26.3.14

Ventanas rotas


En 1969, en la Universidad de Stanford (EEUU), el Prof. Phillip Zimbardo realizó un experimento de psicología social. Dejó dos autos abandonados en la calle, dos autos idénticos, la misma marca, modelo y hasta color. Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California. Dos autos idénticos abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes y un equipo de especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada sitio.
Resultó que el auto abandonado en el Bronx comenzó a ser vandalizado en pocas horas. Perdió las ruedas, el motor, los espejos, la radio, etc. Todo lo aprovechable se lo llevaron, y lo que no, lo destruyeron. En cambio, el auto abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto.

Es común atribuir a la pobreza las causas del delito. Atribución en la que coinciden las posiciones ideológicas más conservadoras, (ya sean de derecha o de izquierda). Sin embargo, el experimento en cuestión no finalizó ahí, cuando el auto abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana impecable, los investigadores rompieron un vidrio del automóvil de Palo Alto. El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx, y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado en el que quedara el del barrio pobre.

¿Por qué el vidrio roto en el auto abandonado en un vecindario supuestamente seguro, es capaz de disparar todo un proceso delictivo?
No se trata de pobreza.
Evidentemente es algo que tiene que ver con la psicología humana y con las relaciones sociales. Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas, como que vale todo. Cada nuevo ataque que sufre el auto reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada de actos cada vez peores se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional.

En experimentos posteriores (James Q. Wilson y George Kelling) desarrollaron la ‘teoría de las ventanas rotas’, misma que desde un punto de vista criminológico concluye que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores. Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás.
Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito. Si se cometen ‘pequeñas faltas’ (estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja) y las mismas no son sancionadas, entonces comenzarán faltas mayores y luego delitos cada vez más graves.
Si los parques y otros espacios públicos deteriorados son progresivamente abandonados por la mayoría de la gente (que deja de salir de sus casas por temor a las pandillas), esos mismos espacios abandonados por la gente son progresivamente ocupados por los delincuentes.

La teoría de las ventanas rotas fue aplicada por primera vez a mediados de la década de los 80 en el metro de Nueva York, el cual se había convertido en el punto más peligroso de la ciudad.
Se comenzó por combatir las pequeñas transgresiones: “graffitis” deteriorando el lugar, suciedad de las estaciones, ebriedad entre el público, evasiones del pago del pasaje, pequeños robos y desórdenes. Los resultados fueron evidentes. Comenzando por lo pequeño se logró hacer del metro un lugar seguro.
Posteriormente, en 1994, Rudolph Giuliani, alcalde de Nueva York, basado en la teoría de las ventanas rotas y en la experiencia del metro, impulsó una política de ‘tolerancia cero’. La estrategia consistía en crear comunidades limpias y ordenadas, no permitiendo transgresiones a la ley y a las normas de convivencia urbana. El resultado práctico fue un enorme abatimiento de todos los índices criminales de la ciudad de Nueva York.

La expresión ‘tolerancia cero’ suena a una especie de solución autoritaria y represiva, pero su concepto principal es más bien la prevención y promoción de condiciones sociales de seguridad. No se trata de linchar al delincuente, ni de la prepotencia de la policía, de hecho, respecto de los abusos de autoridad debe también aplicarse la tolerancia cero.
No es tolerancia cero frente a la persona que comete el delito, sino tolerancia cero frente al delito mismo. Se trata de crear comunidades limpias, ordenadas, respetuosas de la ley y de los códigos básicos de la convivencia social humana.

Lo anterior no sólo es aplicable a las acciones delictivas sino que también extensible a las acciones que perjudican la limpieza, la higiene y hasta la estética de una zona. 
Hace tiempo circula una frase que enuncia: “La mejor ciudad no es la que más se limpia sino la que menos se ensucia”.
Dicha frase apunta a la actitud del vecino, del ciudadano. Nadie tiene derecho a envilecer el espacio común,  el que compartimos diariamente, en el que conviven los mayores y los niños.

Cuántas veces vemos personas que arrojan residuos desde los automóviles, o en las calles, o en los pasillos de cualquier edificio ya sea público o privado. Si dejamos pasar esa acción ínfima de arrojar en el suelo común el envoltorio de un caramelo, estaremos avalando lentamente que ese pequeño envoltorio pueda ser una bolsa de residuos o los excrementos de las mascotas.
Si toleramos que un automóvil avance con luz roja o un peatón haga lo mismo estaremos tolerando que muchos más hagan lo mismo. Si toleramos una bolsa de nylon en nuestras veredas nos acostumbraremos y luego veremos muchas más, con o sin basura y ya no va a importar. Tal vez reaccionemos cuando aparezcan las ratas o el olor sea insoportable o  cuando nuestras propiedades bajen de valor.

A eso se refiere la TOLERANCIA CERO, a no permitir en definitiva que rompan una ventana o destrocen un auto o presenciar  un delito y callarnos la boca pero también a que no dejemos que la suciedad avance. Responsabilizamos al municipio en cuanto a la ineficiencia en la recolección de la basura, pero que nosotros mismos tomemos por costumbre NO SACAR la basura al  inicio de un feriado nacional, cuando sabemos que durante dos o tres días no va a pasar el recolector, también es responsabilidad ciudadana.

Apostemos por una ciudad limpia.
Todos podemos hacer algo al respecto. 

Comisión Vecinal de las Américas